Fue en los años anteriores a la revolución Francesa cuando a la prensa se le comenzó a conocer como el Cuarto Poder pues ya se pudo vislumbrar su enorme capacidad de influencia. Y no sólo por reflejar y extender la opinión pública, sino porque la prensa es capaz de crear esa opinión pública a su antojo. Uno de los casos más vergonzosos de la capacidad que tienen los medios de comunicación para influir en los acontecimientos se dio en 1898, cuando en medio de la tensa relación que existía entre España y Estados Unidos por el tema de las colonias, los periódicos comenzaron una campaña anti-española tan abrumadora, que hicieron que los hechos se precipitaran comenzando así la guerra Hispano-Estadounidense. Y todo, según cuentan, por vender más periódicos.
En 1898, las relaciones diplomáticas entre España y Estados Unidos atravesaban por su peor momento. Estados Unidos (potencia en auge) disputaba a España (Potencia en caída libre) las últimas colonias que esta poseía; Cuba, Puerto Rico y Las Filipinas.
Los periódicos americanos de la época se frotaban las manos pues se respiraba cierto tufillo bélico y la guerra, ya se sabe, es algo que siempre vende.
Mandaron a las islas a sus mejores corresponsales con la orden de que contaran las atrocidades que allí cometían los españoles. El problema es que la situación en Cuba era casi normal y salvo algún “aburrido” enfrentamiento entre rebeldes y españoles no había gran cosa que contar. Incluso uno de los corresponsales, que además era dibujante, mandó un telegrama a su jefe donde decía:
“Todo está en calma. No habrá guerra. Quiero volver”
La respuesta de su jefe fue la siguiente:
“… Usted suministre las ilustraciones que yo suministraré la guerra.”
El jefe en cuestión era William Randolph Hearst, considerado el creador de la prensa amarilla y fundador de Hearst Corporation, uno de los más poderosos grupos de comunicación del mundo en la actualidad. Para entender un poco más la forma de ser este “angelito” basta conocer su lema preferido: “I make news” (Yo hago las noticias) .
NOTA: “Ciudadano Kane”, la película de Orson Wells, está basada en la vida de Hearst quien intentó por todos los medios que la película no se estrenase.
A partir de ahí, a falta de noticias interesantes, comenzaron a aparecer en los periódicos algunas cosas tan peregrinas como esta:
El asunto continuó así un tiempo y las relaciones entre los dos países, aunque malas, estaban en situación de punto muerto. Pero la fortuna se alía con los malvados y una carta personal, de puño y letra del embajador español en Estados Unidos, se filtra a la prensa americana. En ella, además de algunas opiniones personales sobre la política norteamericana, el embajador le dedica algunas lindezas al presidente americano, William McKenley, tales como: débil, populachero y politicastro. La carta sale publicada en primera plana del New York Journal. Los titulares no son precisamente conciliadores.
En portada también la carta manuscrita del embajador. La imagen de abajo es la primera hoja de esa carta.
El embajador español es obligado a abandonar el país pero, para desgracia de los “profesionales de la información”, la guerra seguía sin declararse.
De nuevo otro grave suceso añade mucha más tensión. El acorazado estadounidense Maine explota en el puerto de La Habana y mueren 258 marineros americanos. Antes de que nadie se pronunciara sobre lo ocurrido, la prensa americana se apresura a apuntar a España como culpable.
Edición extra sobre el suceso del Maine. En el titular ya se habla de “Traición Española”
“Secretario Roosevelt convencido de que la explosión del barco no fue un accidente” y en el pie de foto. “Oficiales navales creen que el Maine fue destruido por una mina española”
Edición de unos días después. Aunque ya había dudas sobre el origen de la explosión, la prensa insistía en acusar a España. El periódico también ofrece 50.000$ por alguna pista que ayude a dar con los culpables. El tiempo demostró que España nada tuvo que ver con el hundimiento del Maine.
A pesar de todo, los dos gobiernos tratan de continuar con las conversaciones y mantener la compostura ante el resto del mundo, aunque lo cierto es que no podían ni verse. La prensa española, mucho menos beligerante y sensacionalista que la americana, muestra la situación un poco más aproximada a la realidad.
El presidente español y americano teniendo un “afable” encuentro.
“Pruebas de cariño”
-Soy amigo de Baltasar
-Soy amigo de Rafael
-Mi afecto supo conquistar
-Mi afán estriba en serte fiel
(El autor recomienda leerlo con la música de “La Diva” una famosa opereta de la época.)
Pero la prensa Norteamericana no tiene tanto sentido del humor y ellos siguen haciendo su peculiar labor de información.
“Patriotas abogan por el uso de las armas como venganza contra España por la cruel y cobarde destrucción del Maine”
Finalmente, el presidente americano Mckinley, muy presionado por la opinión pública de su país, inicia la confrontación. El 25 de Abril de 1898 ambos países se declaran oficialmente la guerra. La contienda duró cuatro meses, murieron más de 11.000 soldados y otros tantos resultaron heridos. Pero eso sí, creo que las rotativas no daban abasto.
Fuente y agradecimientos: http://historiasconhistoria.es/2009/01/03/de-como-la-prensa-provoco-una-guerra.php
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