El corredor de la muerte, pida su última comida





El corredor de la muerte, es el termino que se utiliza en una de las secciones de la prisión para alberga a personas en espera de ser ejecutados. En el estado de espera de ejecución se produce un aislamiento del recluso y la incertidumbre sobre su destino, por lo que constituye una forma de crueldad mental. Si ya de por sí son enfermos mentales, en dicha situación acaban por sucumbir en el angustioso síndrome de la muerte.



Según algunos psiquiatras, en un periodo prolongado de tiempo bajos los efectos de que uno sabe que va a ser ejecutado, se producen delirios y tendencias suicidas llegando incluso hasta la locura.

En EEUU, debido a los largos y costosos procedimientos que se llevan antes de una ejecución, un preso puede esperar años, antes de su provocada muerte. Increíblemente la cuarta parte de las muertes en el “corredor de las torturas”, son de causas naturales y de dejadez del recluso.



En Gran Bretaña fueron más permisibles antes de que se aboliera la pena capital, los presos debían de ser indultados si no se ejecutaban en un plazo de 99 días después de su sentencia. Es el caso de Haití que adoptó el mismo proceso, en la actualidad el reo es indultado si supera los 90 días en el corredor de la muerte. En EEUU, el año pasado habían 3263 presos en espera de ejecución.



Jack Alderman, preso que asesinó a su esposa, fue condenado a muerte el 14 de Junio de 1975, su consumada ejecución se realizó 33 años después con la inyección letal. Viva Leroy Nash, es en la actualidad el que más tiempo lleva en el corredor, fue condenado a muerte en junio de 1983, sus abogados alegan su senilidad y que no es jurídicamente competente para ser ejecutado. La gente que lo conoce lo describe como un viejo que no puede oír, no puede caminar, y que no atiende a ninguna emoción. Son las secuelas del corredor de la muerte.



Los antiguos griegos, chinos, egipcios y romanos tenían una tradición de dar al condenado una última comida antes de su muerte. Incluso los aztecas alimentaban a sus sacrificios humanos antes de su muerte. Aunque la tradición de que un preso condenado a la pena capital pida su última comida es difícil de evaluar a nivel general, la mayoría de los gobiernos modernos mantienen esta curiosa práctica.



Marca Dean Schwab, un asesino violador, pidió huevos fritos, salchichas y tostadas con mantequilla. Dobie Gillis Williams, doce barras de caramelos y algunos helados. Miguel Richardson, obrero de Oklahoma que mató a un guardia de seguridad, pidió una deliciosa tarta de cumpleaños que pusiera en ella el día de su ejecución. Robert Alton Harris, 21 piezas del Kentucky fried chicken, dos grandes pizzas sin anchoas, un helado, una bolsa de caramelos y un paquete de cigarrillos camel. Una larga lista de últimas solicitudes de la fila de la muerte. Como nota curiosa en la prisión de San Quintin en la década de 1940 a 1950 el director de la prisión compartió una última copa con los condenados.

En 1976 se restituyó la pena capital en los Estados Unidos, las ejecuciones pasaron de cero a más de 60 por año, sin embargo la tasa de homicidios no ha bajado en los últimos 20 años. En su vecina Canadá, 27 años después de la abolición de la pena de muerte, los índices de asesinatos cayeron un 44%. Esto evidencia la ineficacia de la pena de muerte como elemento disuasivo.



Increíblemente existe un libro con todas las recetas y el gran final de sus cocineros, escrito por Melanie Dunea titulado: "Mi última cena".

Fuente y agradecimientos:  http://elbauldejosete.wordpress.com/2009/02/21/el-corredor-de-la-muerte-pida-su-ultima-comida/

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