Fuente de la foto: Lucuella
Simon & Garfunkel - El Condor Pasa
Juanita es una pobre mujer que enviudó muy pronto, tan pronto que no pudo disfrutar de los placeres del matrimonio, un dengue mal tratado se llevó a Manuel, su marido, un comerciante que haciendo un esfuerzo se la trajo a vivir a Guayaquil, para juntos saborear la prosperidad que la ciudad les ofrecía. Actualmente Juanita vive en la periferia de la ciudad rodeada de calles polvorientas y de casuchas azotadas por el vaivén del viento, aquí la miseria asecha en esquina. De noche solo tiene el recuerdo de su difunto marido para cobijarse y unos amarillentos periódicos que luciendo las ultimas noticias del año pasado le sirven como una improvisada almohada donde posa su pesada cabeza, en innumerables ocasiones Juanita ha tenido que lavarse los titulares del día que reposan impresos en los surcos de sus arrugadas mejillas que lucen ennegrecidas por la tinta que la ha marcado profundamente. Todo lo contario de lo que imaginó cuando arriaba corderitos en el congelado páramo de la sierra…
Religiosamente antes de dormir la pobre mujer fusila las latas que conforman su techo con suspiros asesinos y susurra amargamente mientras hurga con la mano su entrepierna buscando algo de sosiego “Ayyy Manuel te fuiste al más allá y dejaste el peso del mundo en mis hombros, ni una sola noche de placer me obsequiaste…”
Cada mañana recoge unos bultos que contienen verduras frescas, claro frescas en sus buenos tiempos, pero Juanita ingeniosamente ha sabido apañárselas para que aparenten un saludable y vigoroso aspecto. Camina torpemente y sus pasos cada vez más agitados se confunden con el ruido ensordecedor de los transeúntes y los carros. Apuradamente se decide a luchar para alcanzar un buen puesto en la vereda donde se ha improvisado un pequeño mercadillo y ya es algo común que se produzcan verdaderas batallas campales entre sus colegas comerciantes para ganar aquel retazo de cemento donde puedan ofrecerle a las amas de casa sus sueños.
Pasan las horas sin hacer una sola venta, que extraña sensación... es como si algo se rompiera por dentro, absortos observan pasar a la caserita quien con el paso apresurado les rechaza las verduras y se les cae en pedazos el corazón... ¿Por qué? Todos se miran fijamente a los ojos, nerviosos, preocupados... no entienden... ¿Se acerca la metropolitana...? Si es así todos sucumbirán a la rigurosa inspección del intendente pues deben calibrar sus balanzas para vender algo más y así llenar el estomago que lo tienen hinchado por el polvo que los invade, los somete y los gobierna.
De repente se escucha a lo lejos -¡ahí vienen los roba burros!- grita la comadre Carmencita quien deja abandonadas sus habas… pero es demasiado tarde, ellos son muchos y muy rápidos, las piernas de Juanita no responden pues están cansadas de cargar el peso de esta vida que le agobia… recibe los contundentes toletazos en la cabeza y esta se rompe como aquella lechuga reseca que apresuradamente alcanzó a guardar en el saco… las violentas botas pisotean sus trenzas hermosamente adornadas con cintas de colores, sus chancletas han abandonado sus sucios pies y entre un riachuelo de sangre murmura dulcemente -allá voy Manuel… allá voy-.
Francisco Tama G.
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