El Amante

El Amante

Mr. Angel

Alberto Iglesias - Pequeña Flor

Alberto Iglesias - Pequeña Flor



Gracias Miguel Monar por el escrito. !No pierdes el toque!

Cada mañana sale el tipo a trabajar, siempre toma la misma ruta. Dos calles a la derecha y una a la izquierda para salir a la avenida principal. Para siempre en la misma esquina antes de llegar al trabajo, pide un café, una de azúcar y dos de crema. Coquetea con la vendedora, le mira las piernas, siempre usa mini. Paga dos dólares y le deja la propina de un billete de a cinco.

Buenos días dice, saluda con todos menos con Michael, detesta su seriedad. En cambio a las mujeres, bueno ellas y cada una de ellas son detectadas por las discretas y sugestivas miradas de él. -Que linda, estás preciosa- le dijo a la recepcionista. Mientras se acercaba a ella su mirada no se alejaba del pronunciado escote de la dama, mientras ella atendía una llamada.

-Dígame. ¿Necesita algo?-

-Una taza de café- Le habló muy suavemente y le digo enseguida -pero ya la tengo- y sonrió.

-Usted y su buen sentido del humor- Respondió.

Una vez sentado en su oficina empezó a revisar los documentos que tenía pendientes desde hace un mes. Por su mente no se cruzaban más ideas que las de dejar de lado el trabajo y alejarse de lo rutinario de la vida. Estaba cansado de salir todos los días de su casa y de despedirse de su mujer con un beso en la mejilla, mantener una buena amistad con su jefe para que le suban el sueldo y más aun cansado de no decirle sus cuantas verdades ya que el presupuesto que manejaba era un verdadero fiasco y no sabia como aun así la empresa todavía seguía en pie.

-¡Necesito que cuadres estos balances, cada día están peores y tu no haces nada!-

-Si jefe lo haré- Respondía.

Esto era todos los días, así que cuando salía de su trabajo tomaba su auto y pasaba una vez más por la misma esquina por una taza de café. Mónica trabajaba también en las tardes, y seguía con la mini.

De regreso tenia que pasar por un parque, ahí estaban las amas de casa con sus hijos, todas desgreñadas y sin gracia, pareciese que los días de juventud cuando se hicieron de compromiso se habían quedado en el olvido, ya no usaban una ropa provocativa, si no más bien pasaban todo el día con la ropa con la que habían lavado, cocinado y planchado. Tiempos aquellos decía Mr. Ángel.

¿Cariño ya llegué nos vamos? Y Cada tarde Mr. Ángel pasaba recogiendo a su esposa ya que se encontraba hablando con sus amigas, y es que Samanta no tenia hijos, los médicos le habían detectado que era infértil por un problema en los ovarios, le dieron pocas probabilidades de concebir un hijo, pero por cosas de la vida aunque Samanta no tenia hijos pareciera que fuera una madre como las otras, se estaba poniendo igual a las demás señoras que frecuentaban el parque, una total desarreglada y sin una pizca de gracia hacia los ojos de Ángel. Ahora es factible comprender por qué Ángel va siempre por la misma calle y se para en la misma esquina con Mónica.

Ángel la quería mucho a Samanta, trataba de entenderla y en muchas ocasiones hasta le llevaba obsequios para que los luciera cuando salían a algún lado. Las noches de placer entre Ángel y Samanta eran de pasión indescriptible, la cama era la fiel testigo de cómo sus cuerpos se golpeaban de deseo y sus suspiros eran el detonante para que sus cuerpos se bañaran en sudor.

A mister Ángel le gustaba el casino y muchos de sus amigos lo frecuentaba, siempre apostaban en la ruleta y le apostaban al mismo color, el rojo. Los fines de semana era costumbre ir a distraerse con los juegos de azar, así que Samanta en esos días tenia que irse a casa sola y dejar a sus amigas en medio de la conversación de sus esposos, había una mujer que recientemente había llegado al parque, su nombre era Elizabeth, a ella le gustaba hablar de las posiciones sexuales que practicaba con su esposo, también le encantaba contar una que otra aventurilla que había tenido cuando el mismo se iba de viaje por largo tiempo, ya que el era piloto. Se hacia tarde así que Samanta se despidió ya que tenía que preparar la cena.

Mientras tanto Ángel y sus amigos continuaban en el Casino, aquella noche fue de suerte para Ángel, el había obtenido más dinero que sus amigos, así que para festejar se fueron a un bar que quedaba a pocas cuadras de donde ellos estaban. Por supuesto era un bar con grandes probabilidades de no llegar a dormir ese mismo día, las chicas que repartían el trago estaban en hilos y muchas de ellas no lo cargaban. Los tres amigos de Ángel contrataron a las perdidas damiselas y dieron rienda suelta a sus pasiones en las habitaciones del bar. Pero Mr. Ángel se quedó en la mesa disfrutando de una botella de whisky a medio terminar, que por cierto era el trago que más le gustaba, se le acercó una chica muy hermosa, sus curvas distraían la mirada de todos, su cabello en forma de ondas hasta la cintura, provocaba hasta al más ebrio de la ultima mesa. Y él era el último.

-¿Por qué tan solo?- Le preguntó la dama.
-Estaba solo- Respondió.
-¿Te gustaría estar a solas conmigo?-

En aquella habitación la cama estaba en el centro. Pero los dos no necesitaron la cama, la pared fue la que ocupo el lugar de la cama, de pie. Solo los dos mirándose la cara el uno y el otro, la dama hacía su trabajo, cinco años y ya sabia cuanto demoraba un tipo como estos y más aun si llevaba en su cuerpo la cantidad de alcohol que ella había visto desde el momento en el que el entro.

-No más…- Se escuchó de Mr. Ángel.
-Vaya, dos minutos, eso si que es estar de apuros- Dijo la dama.

Se subió los pantalones y la dama quedó en la pared como que si aun esperaba a que él le pidiera más, no fue así. El caballero tomó dinero de su bolsillo y lo colocó en la cama. Había dejado más de la cuenta, total había tenido suerte en el casino.

A la mañana siguiente Samanta encontró una gran sorpresa en su baño, Mr. Ángel al parecer confundió la cama con el retrete y Morfeo le había ganado la batalla.

-No puede ser- Dijo Samanta. Uno de estos días amaneces de rodillas pensando que esto es un altar.

No quedó más remedio que, lanzarle agua de la ducha para que despertara. Todo fue en vano ya que se quedó hasta las tres de la tarde durmiendo, se levantó con mucha hambre y con un fuerte dolor de cabeza.

-¿Podrías bajarle al volumen?- Le dijo a Samanta.
-Lo siento- Dijo ella. Deberías limitar tus bebidas, no me gusta que hagas siempre lo mismo.
-Te juro que esta es la última vez- Le dijo Mr. Ángel.
-Ojala cumplas- Sentenció Samanta.

Cuando Ángel y Samanta salían a caminar los dos nunca iban al parque, esta idea no era de mucho agrado de las amigas de Samanta ya que no podían hablar de sus temas de conversación, y más aun si estaba Ángel con ella. Igual Ángel no era de su agrado para ellas y aun más cuando Él no las soportaba. Todas hablaban mucho de la infertilidad de Samanta, muchas de ellas decían que la culpa no era de ella, sino más bien de Mr. Ángel, esto ya se lo habían dicho a Samanta, pero ella nunca se lo había dicho a el.

-Deberíamos buscar otras opiniones de los doctores -Dijo Samanta-
-Pero ellos siempre han dicho lo mismo -Respondió el-
-Creo que deberíamos ir a otra ciudad y hacernos chequear los dos
-Insinúas que yo soy…
-Solo digo que hay posibilidades…
-¿Son ellas verdad?

Mister Ángel se había dado cuenta de que las amigas de Samanta no le quitaban la mirada de encima, en algunas ocasiones los ojos de ellas parecían que le gritaban a el, claro desde su punto de vista.

Una vez más la semana de trabajo comienza para Ángel, y así mismo una vez más va para donde Mónica y pide lo de siempre, solo que esta vez roza su mano con la pierna de ella. Un ligero roce, muy sutil que pasa desapercibido, ella aprueba con una mirada profunda y mojando sus labios con su lengua. El mismo precio, la misma propina y se va al trabajo. Saluda con todos, menos con Michael, ya saben le cae mal. Esta vez encuentra a la recepcionista de espaldas, sacando unas copias en el escritorio, la encuentra muy sexy, parece que el tiempo se paralizó para él. -Hola Don Ángel-. Pero para la chica no.

-El señor Maderos lo está esperando -Dijo ella-
-¿En mi oficina? -Dijo él con una cara de amargado-
-Sí, y debo decirle que esta de pocos ánimos-

Parece que esta vez Mr. Ángel tenía que definir sus pequeños conflictos en su trabajo con su jefe, además los balances no estaban terminados, y no los iba a terminar, total a estas alturas el negocio ya estaba quebrado y ya nada importaba.

-Buenos días señor Mader…
-¡Ningún buenos días Maldito Imbecil, tu y tus tontos descuidos me han llevado a la quiebra!
-¿Imbécil? Aquí el único imbécil es usted por no saber asegurar a la empresa y por malgastar los fondos destinados al sustento del negocio! Usted y su maldita codicia por no pagar a tiempo las deudas para que no pague intereses con el banco, usted y su maldita ideología barata se pueden ir al carajo.-
-¡Largo!-

Y se escuchó como tumbó la puerta a la salida, parece que a la recepcionista no le van a volver a hacer cumplidos en las mañanas.

Mr. Ángel había salido sin rumbo, en su auto solo paraba cuando había un semáforo, y el primero que había estaba justo a lado de Mónica.

Samanta había ido al parque, sus amigas la llamaron, había una buena historia que estaba contando Elizabeth.

-Cuando de repente me tomo en sus brazos y saltamos a la cama, fueron dos horas sin parar, el y yo juntos, llevo chocolates y me los puso por todo el cuerpo, me puso miel, nos bañamos en champagne, mientras comía los chocolates su lengua rozaba mi pecho -Les narraba Elizabeth-

A Samanta le causaba curiosidad lo del chocolate y la miel por todo el cuerpo, jamás lo había hecho con Mr. Ángel, y si no lo había hecho cuando estaba más joven, no lo iba a hacer ahora.

Pero cuando llego Ángel a la casa se encontró con las luces apagadas, subió las escaleras y se dio cuenta de que las luces de su cuarto estaban encendidas tenuemente, había velas por el piso. Un camino de rosas, una botella de champagne en la mesa de noche y mucha miel. Samanta quería experimentar algo nuevo.

-¡OH por dios que es todo esto! -Dijo sorprendido-

Y ahí estaba Samanta con trozos de chocolate en todo su cuerpo y con mucha miel en el centro del pecho.

-¿Quieres champagne? -dijo ella-

El simplemente sonrió, tomo un trozo de chocolate de su pecho izquierdo, probo la miel y le dijo -Cariño estoy cansado-

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