Compartiendo una humita con Don Jerónimo

Héctor Napolitano - Las delias

Maritza nuestra profesora de redacción de revista nos mando una tutoría muy especial, crear el perfil de un personaje, claro tuvimos que hacer uso de las técnicas de entrevistas que el semestre pasado nuestro querido Efraín Luna nos dio, como resultado nació este perfil bastante colorido a un viejo campesino del cantón Nobol.


Hace poco menos de un mes, La Faraona una imponente yegua de color marrón, se encontró de frente con una serpiente X, mientras llevaba en la grupa a don Jerónimo, producto del susto este cayo groseramente sobre el suelo y se fracturo el brazo izquierdo.

Debido a esto se encuentra recostado sobre una vieja pared de caña Don Jerónimo Primitivo Moran Rugel, un conocido y respetado agricultor de la zona rural del cantón Nobol, carga encima de su espalda el peso de 65 años, como dice el “bien vividos”, su torso azotado por la inclemencia de décadas de sol esta cubierto por una camisa ligera de color celeste, un maltrecho sombrero de paja toquilla le cubre la coronilla y el infaltable machete reposa amenazante sobre una mesa que a simple vista da la impresión que esta a punto de sucumbir al mas minino suspiro.

Don segundo, tiene un aspecto áspero y una mirada poseedora de una dureza propia de la gente que ha trabajado el campo, la tierra y su futuro. Debido a la seriedad de su semblante muchos se pueden llevar esa equivocada impresión de el, ya que después de unos minutos de un intenso escudriñamiento mutuo, se lo nota un poco mas distendido, tranquilo y entrado en confianza, es cuando comienza a destilar por los poros atención, cordialidad y afecto, tres características innatas de la gente del campo.

El es un personaje muy conocido dentro de la comunidad de agricultores, ya que en alguna ocasión formo parte del municipio del cantón, despojándose de su sombrero comenta amargamente que con la política lo único que consiguió fue ganarse enemigos ya que con sus propias palabras se refirió a su situación económica: “Sigo jodido como siempre”.

“La cosa esta fregada” prosiguió, mientras su esposa, Doña Carmita una encantadora señora un poco mas joven que el, servia un café negro acompañado de una humita de proporciones exageradas, “las cosas están caras, la urea por los cielos y el gobierno esta preocupado por jodernos mas cada día mas”. Con esto se rompe el mito de que el campesino esta aislado del mundo, solo hace falta razonar un poco para concluir que este sector es el más golpeado por la crisis, ya que si la tierra no produce, ellos no podrán tener acceso a los alimentos, a la salud y a los servicios básicos.

“Yo tengo once hijos!!!” Don Moran rompe el silencio súbitamente, mientras una sonrisa picara le adorna el rostro. Doña Carmita lo castiga con un gesto de desaprobación y le dice “once hijos pero con algunas mujeres, este hombre siempre ha sido y será un picaflor”, una carcajada retumba en el ambiente, las latas que cubre el techo parecen vibrar al punto de desprenderse de las vigas y las bases de la austera casa de caña se mecieron al son de continuo golpe del puño sobre la mesa del campesino mientras trata de apaciguar la risa que le acaban de robar, todo es risas y el ambiente se llena de una informalidad agradable.

La vida del campesino es dura, replico, “se trabaja de sol a sol y por mas que uno trate de hacer todo correctamente, nada nos asegura que la cosecha será buena” se lo oye perturbado, hasta cierto punto molesto cuando habla de los dueños de las piladoras, “nunca nos pagan lo correcto, por eso es que se hacen ricos a costa de uno”. Con el semblante desencajado se sirve mas café mientras la conversación se dirige a un inevitable final.

Con una vida austera pero digna Don Jerónimo se encamina al ocaso de su vida, pero al menos tiene la certeza de que vivirá lo suficiente como para seguir sembrando la semilla que le traiga el bienestar a su familia, a pesar de que en el fondo se este resignando de que no será así.

Francisco Tama G.