Alexine Tinne, la exploradora del Nilo




Alexandrine Tinne (1835-1869), llamada Alexine o Ali, fue una joven e intrépida exploradora holandesa que trató de resolver el enigma de los orígenes del Nilo (las famosas fuentes del Nilo) sin renunciar en sus expediciones al lujo al que estaba habituada. (Spoilers - Atención a los lectores del libro Las Reinas de África de Cristina Morató) Viajó por África con un séquito de criados uniformados, su madre viuda, su tía, animales de compañía, elegantes vestidos y sus objetos más preciados. Estas extravagancias y el hecho de ser mujer asombraron a otros exploradores decimonónicos (todos varones) que, incluso, la calificaron de chiflada. Su vida acabó trágicamente a manos de los tuaregs, pero estuvo repleta de fascinantes aventuras, impensables en una mujer de su época y de su condición social.

La periodista Cristina Morató, en su libro, Las reinas de África, nos habla de esta viajera destacando su excentricidad y su valor.

Alexine fue la hija única del segundo matrimonio de su padre, Philip Tinne, un acaudalado hombre de negocios del que Alexine heredó su pasión por los viajes. Cuando el señor Tinne falleció, su hija, de tan sólo 9 años, heredó una generosa fortuna de 69.000 libras (en la actualidad, unos 5 millones de euros). Su madre, la baronesa Harriet van Capellen, se entregó a la educación y a los caprichos de su hija, con la que siempre estuvo muy unida.

Para que Alexine olvidara un desengaño amoroso, Harriet la llevó de viaje por las principales capitales europeas, pero pronto se sintieron atraídas por África y emprendieron un largo viaje de dos años por Oriente Medio. Realizaron lujosos cruceros por el Nilo, embarcando un séquito de sirvientes, un enorme número de baúles, víveres, ganado y perros de compañía.



En 1857 regresaron a su mansión de La Haya. Harriet estaba encantada de vivir de nuevo en la comodidad de su hogar pero al poco tiempo Alexine le comunicó su deseo de volver a África para tratar de encontrar las fuentes del Nilo, misterio muy de moda en su época.

En 1860 iniciaron este segundo viaje, acompañadas de tía Addy, la hermana soltera de Harriet. El viaje las llevó hasta Jartum y, más tarde, hasta Gondokoro, un lugar insalubre y pestilente dominado por los violentos negreros nómadas. Alexine contrajo unas fiebres y cuando se recuperó, consciente de que era imposible adentrarse más al interior porque el Nilo dejaba ya de ser navegable, decidió regresar a Jartum.



Alexine organizó una nueva expedición para explorar el río Bahr el Ghazal, intentando llegar hasta las tierras altas del África central. Tía Addy, que quedó horrorizada de la anterior experiencia, decidió esperarlas en Jartum. En esta ocasión, las acompañaban el barón Theodor von Heuglin, ornitólogo, el botánico Hermann Steudner y un noble holandés, el barón de Ablaing. Además, iban sus criados y una escolta de setenta y un soldados.

El viaje fue complicado desde el principio. Cuando llegaron a Mashra tenían que continuar a pie, pero no encontraron los quinientos porteadores necesarios para transportar su equipaje. El objetivo inmediato era llegar a Wau y los dos científicos alemanes decidieron adelantarse para encontrar un lugar adecuado para acampar. En Wau falleció Steuder de las fiebres de las aguas negras y Heuglin regresó muy apenado a Mashra. Finalmente, consiguieron instalar el campamento en Wau, que resultó ser un lugar maravilloso para los naturalistas, con una gran variedad de pájaros y una flora muy interesante que Alexine y su madre estudiaron y clasificaron minuciosamente.



Después, avanzaron hacia el oeste en dirección al monte Gossinga. Decidieron acampar y esperar que pasara una caravana que les permitiera continuar el viaje. Pero con la llegada de las lluvias tropicales las caravanas se dirigieron hacia Wau, de modo que se quedaron aisladas durante meses. Las criadas enfermaron y muchos porteadores y soldados las abandonaron.

Harriet, que había aguantado todos los contratiempos junto a su hija con gran optimismo, contrajo la fiebre de las aguas negras y fue encontrada muerta en su cama del campamento.

Terriblemente triste y culpable por la muerte de su madre, Alexine le escribió una carta a su hermanastro John comunicándole la noticia:

El sábado todo estaba preparado para partir, sus cosas empaquetadas pero nos llamó la atención que aún siguiera durmiendo. Fui varias veces a verla pero no despertaba, hasta que al final el sirviente se fijó con más atención y vio que estaba muerta.

Su doncella Flora, que la había criado desde niña, ayudó a Alexine a tratar de superar la trágica pérdida, pero, un mes después, contrajo la misma enfermedad que Harriet y murió, siendo enterrada en la selva junto a su señora.

La tía Addy, angustiada por llevar tantos meses sin noticias de su hermana y su sobrina envió una expedición de rescate a Wau. Cuando la caravana encontró a Alexine, la mayoría de los miembros de la expedición se encontraban gravemente enfermos. Su otra doncella de confianza, Ana, también había fallecido.

La pobre tía Addy, cuya salud era delicada y había pasado catorce meses de angustia, no pudo tampoco soportar la noticia de la muerte de su querida hermana y murió de forma repentina.

Alexine decidió entonces que nunca volvería a La Haya porque no se veía capaz de enfrentarse a los reproches de su familia.



Abandonó Jartum, que tan amargos recuerdos le traía, y se instaló en una mansión en El Cairo, donde vivió dieciocho meses.

En 1867 se estableció en Argel, donde estuvo algún tiempo, pero, la infatigable viajera, decidió explorar el desierto del Sahara, a pesar de conocer los peligros que encerraba. Alexine estaba fascinada por los tuaregs, los señores del desierto, que luchaban con enorme coraje para defender sus territorios. Aprendió su idioma y sus costumbres y preparó con gran entusiasmo su nuevo viaje.

En 1869, Alexine, vestida de beduina, inició su travesía hacia las profundidades del Sahara. Consiguió el compromiso de los jefes tuaregs de protegerla para seguir avanzando hacia el sur.

El 1 de agosto de 1869, mientras Alexine se preparaba para levantar el campamento y proseguir su viaje oyó una riña entre los camelleros. Cuando salió de su tienda, un hombre le cortó la mano y la golpeó en la cabeza. Yació herida durante horas desangrándose. Sus fieles criados no pudieron auxiliarla porque los tuaregs se lo impidieron y, después de fallecer, los tuaregs le robaron todas sus pertenencias.

Alexine murió joven, a los 33 años, y tuvo que enfrentarse a trágicas pérdidas familiares de las que se sintió responsable, pero tuvo también una vida apasionante, repleta de experiencias insólitas en una dama del siglo XIX.

Fuente y agradecimientos:  http://www.ovejaselectricas.es/?p=91

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