Oscar Wilde




No voy a dejar de hablarle sólo porque no me esté escuchando. Me gusta escucharme a mí mismo. Es uno de mis mayores placeres. A menudo mantengo largas conversaciones conmigo mismo, y soy tan inteligente que a veces no entiendo ni una palabra de lo que digo

Wilde nació en Dublín en 1854. Su padre, sir William Wilde, fue un afamado médico que llegó a convertirse en el oculista de la reina Victoria; su madre, Jane Francesca Elgee, era una nacionalista irlandesa que escribió, bajo el seudónimo de Speranza, revolucionarios artículos en los que llamaba a los irlandeses a levantarse contra Inglaterra. Una pareja bastante curiosa porque se sentían orgullosos de ser recibidos en la corte de la reina y, por otro lado, defendían ideas revolucionarias.

Oscar fue educado en prestigiosos y estrictos colegios británicos (Trinity College de Dublín y Magdalen College de Oxford), pero sus padres le inculcaron desde pequeño el amor a la vida y al placer y la ausencia de prejuicios.



Wilde, un apasionado del movimiento estético prerrafaelita, se preocupó mucho de su apariencia. Aunque algunos lo admiraban e imitaban, otros muchos lo tacharon de ridículo.

En el Magdalen College, Wilde se dejó el pelo largo, despreciaba los deportes llamados “masculinos” y decoró sus habitaciones en el College con plumas de pavo real, lirios, girasoles y porcelana erótica. En sus trajes siempre llevaba una flor en el ojal. Oscar escogió dos flores que los prerrafaelitas pusieron de moda: el girasol y el lirio. Cuando la flor era demasiado grande para el ojal, la llevaba en la mano.

Su comportamiento excéntrico provocó que los estudiantes del College lo zambulleran en el río Cherwell y que le destrozaran sus habitaciones.



En ocasiones, vestía pantalón corto y medias de seda

Sin embargo, su estilo fue abriéndose camino en algunos sectores de la sociedad inglesa que comenzaron a imitar su actitud lánguida y su extraño vestuario: traje negro con chaqueta de terciopelo, camisa con cuello a lo Byron, chorrera y puños de encaje, zapatos de charol con hebillas de plata y una chalina verde o roja. Evidentemente el humor inglés no podía desaprovechar a un personaje tan original. La prensa británica se encarnizó con él, pero estos ataques, más o menos ingeniosos, no hicieron sino darle mucha más publicidad.



Wilde, a pesar de las críticas, cosechó un gran éxito durante su vida. Tuvo la suerte de ver cómo gustaban sus libros de poemas, sus obras teatrales y era recibido en las mansiones de las familias más distinguidas. Fue también invitado a dar conferencias, algunas de ellas en los Estados Unidos. Al desembarcar en este país, cuando los aduaneros le preguntaron si tenía algo que declarar, él contestó: “Nada, excepto mi genio”.

Tuvo un enorme éxito en Nueva York, Filadelfia o Boston. En esta última ciudad unos estudiantes de Harvard quisieron boicotear su conferencia y aparecieron vestidos de forma ridícula, intentando parodiar la indumentaria de Wilde, con pelucas de largos cabellos y lirios o girasoles en los ojales. Sin embargo, Wilde, que estaba avisado, vistió un sencillo y elegante traje de etiqueta. Se dirigió a los estudiantes elogiando su elegancia y, una vez que terminó la conferencia, su encanto personal y la brillantez de sus palabras cautivaron a todo el público, especialmente a aquellos bromistas estudiantes.

Él recordaría con mucha más admiración la conferencia que dio en Leadville, en las Montañas Rocosas, a rudos e incultos mineros. Wilde contó que en el salón de baile y bar había un cartel, colocado sobre el piano, en el que se leía:

Se ruega al público no dispare contra el pianista, que lo hace lo mejor que puede

Hacia finales de los años 1880, Oscar Wilde (1854-1900) es el favorito de los teatros y de los salones londinenses, siendo toda una celebridad en Europa. Wilde está casado y es padre de dos hijos, pero mantiene relaciones con numerosos jóvenes. En 1892, conoce a Lord Alfred Douglas, un joven aristócrata que se convertiría en su mayor pasión, pero que sería también el origen de su caída.



Acusado de sodomía por el padre de Lord Alfred Douglas, Oscar Wilde decide justificarse atacando al 8º Marqués de Queensberry, presentando una querella por difamación. Pero en el curso del juicio, la pederastía del dramaturgo será establecida a ojos de la opinión pública. Wilde es acusado de "depravación". Sus amigos le aconsejan abandonar el país cuanto antes pero él rehusa, seguro de que su popularidad y que su refinado ingenio le salvarán de la condena.

Tras afrontar a los jueces por segunda vez, Wilde es reconocido culpable el 25 de mayo de 1895 de "gross indecency" (grave indecencia), una condena que hará los titulares de todos los periódicos de Europa. Le caen nada menos que dos años de cárcel y trabajos forzados. El flamante esteta, el encantador humorista ve, de la noche a la mañana, caer su vida y su carrera en la más completa ruina. En su celda de la cárcel de Reading, compone su famosa "Balada" y su larga carta de rencor y amor dedicada a Lord Alfred Douglas: "De Profundis".



Lord John Sholto Douglas, 8º Marqués de Queensberry (1844-1900)

A partir de la condena de Wilde, una petición circula en los ámbitos artísticos e intelectuales europeos para pedir una reducción de su condena. Muchos escritores franceses rehusarían firmar dicha petición. Un tal François Coppée dijo: "Estoy dispuesto a firmar, pero sólo como miembro de la Sociedad Protectora de Animales!".

Alphonse Daudet: "Como padre de familia, no puedo hacer otra cosa que manifestar mi horror y mi indignación." Irónicamente, su hijo, Lucien Daudet, se convertiría en el amante de Marcel Proust, en la misma época.

Jules Renard: "Estoy dispuesto a firmar, con la condición de que deje de escribir para siempre."
Henry James, él mismo homosexual como Emile Zola, se negaron a firmar la petición. En Alemania, Eduard Bernstein, uno de los dirigentes del Partido Social-Demócrata, se pronuncia públicamente a favor de Oscar Wilde, publicando un artículo en la revista oficial de la IIª Internacional, Die Neue Zeit.

Cuando, finalmente, Wilde salió de prisión, desengañado y marginado por la sociedad inglesa, decidió pasar el resto de su vida especialmente en París, donde vivió con grandes dificultades económicas.

El Hotel d’Alsace, donde murió Oscar Wilde el 30 de noviembre de 1900, víctima de una meningitis, ha sido reemplazado por L’Hotel, que dedica una de sus habitaciones al escritor, la número 16.

Es importante anotar que, en 1977, la reina Elizabeth II de Gran-Bretaña rehusó conceder la "gracia" a Oscar Wilde, para rehabilitarle judicialmente.



Tumba de Oscar Wilde en el cementerio de Pere-Lachaise, París.

Fuente y agradecimientos: http://www.ovejaselectricas.es/?p=30

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