Ciertas teorías

JAF - Maravillosa esta noche

¿Qué los hombres no sabemos amar? A veces siento la necesidad de rendirme ante tal afirmación, motivado por los casos que ven a diario, lo que se comenta, lo que se susurra en medio de oscuros corredores, lo que se filtra en las historias que nos trae el viento parecidas a alguna película de bajo presupuesto donde prima el sensacionalismo en desmedro de la calidad, el sexo como protagonista principal y las bajas pasiones como actor secundario de todas estas fabulas que nos rodean han ocasionado que se cree este mito tan injusto y bastante discriminatorio.

Es notable la incapacidad de algunas personas por sentir cariño, afecto, consideración y respeto, eso es evidente no todos tenemos la misma predisposición para amar. Hay muchos factores que influyen en nuestro comportamiento y en nuestra afinidad para sentir afecto, padecer de algún feroz enamoramiento o de incendiarnos de pasión. Influencia de modelos maternos o paternos, el entorno que nos rodeó en nuestra infancia, sucesos que nos marcaron a tan corta edad, experiencias dolorosas cuando tratamos de dar nuestros primeros pasos en el arte de la seducción con esto me refiero a enamoramientos fallidos o rechazos. Quiero atreverme a decir que el ser humano moldea su carácter a partir de los cuantos factores que he mencionado, concluyamos esta idea diciendo que “Las malas experiencias crean un pésimo amante.”

En el amor nada está escrito, a pesar de esto dentro de nuestra sociedad existen ciertas reglas de conducta cuando se trata de mantener una relación, reglas que tienen su origen en el seno familiar, son reglas que desbordan en moralidad y es lo que nosotros calificamos de modelos a seguir, tenemos la fidelidad, consideración, atención, entrega, reciprocidad por nombrar a algunas. Estos marcados preceptos que regían el juego del amor hoy en día están en desuso, son vetustas e inútiles para muchos, hoy lo que rige es la piel por sobre todo, el amor express, el sexo rápido, la relación furtiva, la realización de los mas oscuros deseos, estamos viviendo la utopía del tristemente celebre Marques de Sade.

Lamentablemente todo se ha reducido a una simple satisfacción carnal. ¿Dónde quedó el elaborado e intrincado juego del enamoramiento? ¿Dónde quedó el hombre galante y la mujer que se dejaba enamorar? ¿Dónde están las damas? ¿Dónde quedó el piropo elegante y de buen gusto? ¿En que pasaje de la historia se quedo sin fuerzas la carta de amor que lograba lo impensable? ¿O es tan glamoroso desnudar con la mirada y regocijarse con el morbo? Los caballeros ya no existen porque las damas han dejado de existir… Es lo que se dice, es lo que se escucha, es lo que se esta imponiendo y es una verdadera lastima que todo esto ocurra.

Decir con descaro que no existen malos elementos es tratar de tapar el sol con un dedo, claro que existen farsantes, mequetrefes, beodos, tahúres e imberbes que hacen gala de un verbo exquisito y se apoyan en esto para lograr sus objetivos, mas aun si van acompañados de algún atractivo físico, estamos hablando de personas capaces de recrear una ilusión tan bien elaborada que se confunde fácilmente con la realidad y muchas incautas viven de aquellas realidades e incluso se llegan a obsesionar con ellas. Negar que haya hombres así seria algo descabellado y me despojaría de toda credibilidad.

Que los hombres no saben amar, es una falsa afirmación. Una fehaciente prueba es que durante milenios la mujer ha sido la inspiración sagrada de muchos artistas que dejan plasmadas en sus obras la profunda idolatría que sentían por su musa predilecta, decir que los hombres no saben amar es afirmar que el amor en si no existe, entonces abandonémonos en medio de esta tormenta, dejemos que la corriente nos arrebate los remos de las manos y entreguémonos a la violencia del mar enfurecido, pues todo esta perdido ya nada nos queda solo una larga y terrible lamentación.

Que los hombres no saben amar es una premisa ridícula y sin fundamento, no hay tesis que lo sustente, no hay teoría que lo explique y no hay experimento que lo demuestre.